jueves, 23 de abril de 2020

EL VERDADERO AMOR Para la tierra no ha llegado la confusión, está ya ha estado en la humanidad donde todo está confundido...hasta el amor, que se profesan unos a otros. El amor solo se ha tenido de sentimiento…con alguna excepción en algunos padres con sus hijos cuando estos están pequeños, ya que se les ama con el cumplimiento de la misión como padres; que, sin ser muy conscientes, la mayoría los preparan solo como humanos, para que no sufran cuando sean grandes…igual al pensamiento que dice: "Educad al niño para que no sea necesario castigar al adulto" Aunque aquí el amor tiene un ingrediente de conciencia de ser padres, no se tiene la consciencia de espíritu. Pero, aun así, no se deja-por amor-que el niño haga su libre albedrío. Es decir, su propia voluntad; pues los vemos como niños y nos vemos como adultos, con algún "aprendizaje", pues, aunque no se sepa, en esa consciencia se esta es teniendo la responsabilidad más con un espíritu universal en ese hijo, como verdadera misión, que como un niño humano, de unos pocos años, lo cual confunde al adulto, aun este sea uno de los padres. Miremos. ¿Qué padre o madre por amor de adulto, le da todo aquello que su hijo pida? ¿Qué padre o madre por amor, consuela todo “berrinche” que su hijo presente? ¿Qué padre o madre por amor, no reprende a su hijo por un mal comportamiento? ¿Qué padre o madre por amor, no le quita a su hijo aquello que por bueno que sea, le está perjudicando en la enseñanza o educación de verlo crecer responsable? Así, cada uno de ustedes que leen estas líneas puede llenar toda una página de preguntas o reflexiones semejantes, que hacen los padres con sus hijos por amor; que mirado desde otro ángulo parece injusto que se trate así a su hijo. Por esto es que hay muchos desacuerdos entre padres y madres, ya que uno de los dos será más consciente que el otro. Es decir, educa sin mayores sentimientos; solo buscando hacer de su hijo, alguien responsable "para la sociedad" o para sí mismo. Podemos revisar los pros y los contras de todo lo que un padre o una madre hace "por amor" o por amor con más sentido de objetividad y no subjetivo a lo que quiere el adulto, más que lo que es necesario para su hijo. Elevemos un poco nuestra mirada de padres o tutores de hijos como familias de la tierra, para mirar a Dios como nuestro Padre celestial, de Quien nos hemos olvidado, ya que no lo tenemos presente en nuestro corazón. ¿Acaso al haber conocido a los padres de la tierra, y un día ya no están, nos olvidamos de ellos o no tenemos las enseñanzas de ellos, que por duras o suaves que fueran, siempre reconocemos el bien que estas hicieron, para ser lo que hoy somos como seres humanos? Pero a Dios, ni siquiera lo reconocemos como nuestra padre y hacedor, dador de todo cuanto existe o tenemos, aunque muchos maestros en la tierra nos lo han recordado, y nosotros en nuestro interior, sabemos que es cierto. ¿Acaso somos “malos hijos” con un padre tan bueno y misericordioso?
Dios, si nos ha ensenado a ser buenos hijos, y se manifiesta a través del amor verdadero que entregan algunos de los padres y madres de la tierra, en cumplimiento de su misión espiritual, aun creamos que algunas de sus acciones fueron duras. Pero hoy agradecemos como estos guías y representantes de Dios en la tierra, nos formaran para ser "buenos hijos". Hay excepciones en lo que podemos llamar "buenos padres" o "buenos hijos", para el común denominador, pero ya esto es correspondiente al karma individual o de familia que merece un tratado especial aparte, aunque es igual de importante para entenderlo. Pero en Dios como Padre, nunca existe la correspondencia karmica, ya que Él es perfecto y busca así mismo nuestra perfección como herederos de su Reino. Aquí, en Dios, si existe el amor verdadero, llegando a ser el amor perfecto o amor inmortal. Por eso buscamos como misión primera sobre la tierra, recuperar el estado divino tal como verdadero es Dios como Padre, y ser el hijo semejante tal como la enseñanza y ejemplo de Cristo nos dejó como Hijo de Dios, aunque aún quede en la mente del humano, cuestionamientos, que más bien solo cuestiona el estado humano en sí mismo que el divino en Cristo. Los padres de la tierra, son padres o madres de sus hijos de la carne, aunque esta visión está limitada en la mayoría de ellos. Y en un alto porcentaje se guía al hijo de carne y hueso, olvidándose del espíritu que es el verdadero en cada hijo o ser humano sobre la tierra. Dios es padre, no de huesos y de carnes, sino de espíritus encarnados en un cuerpo transitorio que vive una experiencia en la tierra; lo que nos ayuda a reconocernos como espíritus divinos, y poder permanecer sobre la tierra como humano-divinos. El espíritu es el que viene desde eones viviendo diferentes experiencias para recordar quien es, y volver a la Casa del Padre donde pertenecemos por origen de luz. Si Dios es el mejor padre de los que conocemos, y quien siempre nos escucha ¿Por qué creemos que no ha venido escuchando el clamor de la tierra en su humanidad? Que ha pedido sean corregidos los caminos mal andados de sus hijos-humanidad-sobre la tierra. Que nos llame la atención como Padre justo que es, y corrigiéndonos, nos vuelva al camino de consciencia y luz, tal como fue nuestra promesa de misión al encarnar en la tierra, de mantenernos en el camino de la luz. Pero, hasta de esto nos olvidamos.
Entonces, acaso no nos recordamos cuando nuestros padres en casa nos reprendieron, y eso produjo lágrimas y dolor porque nos dolió el sentimiento, de sentirnos que nos quitaban quizá lo mejor, ¿Para qué aprendiéramos a vivir con ello o a merecer tenerlo? ¿O nos disgustó el que viéramos un padre o una madre siendo más fuerte que antes, pero con amor? De lo cual hoy estamos agradecidos. ¿Quizá cuando ellos ya no están o no podemos visitarlos? Así de bueno es Dios, cuando nos dirige y redirecciona el camino para que no nos perdamos en esta vida de la tierra, y nos quita o nos deja que caigamos, y aprendamos de nuevo a levantarnos por nosotros mismos; a darnos la mano solo en el momento más necesario. Siempre nos está dando la oportunidad de corregir el desvió en la vida, para reencontrarnos con la verdad por la cual encarnamos como espíritus en una materia sobre esta hermosa tierra que hemos tratado tan mal. Es ahora o nunca, el recobrar la consciencia en medio del dolor, porque Dios, en medio del bienestar y felicidad, no volvió a escuchar a muchos de sus hijos llamarlo a sus vidas. Es ahora o nunca cuando sentimos que nos quitan todo, y en medio de la enfermedad de un virus que el mismo humano género, así como genera por sus acciones inconscientes los tsunamis, los terremotos, las erupciones volcánicas, y todo cuanto miramos como castigo, que no es más que lo que se devuelve hacia si mismos por qué es propio. Es ahora o nunca, cuando el amor del Padre Dios, en medio de una semana de meditación, ejemplo y gloria de recuerdos santos, nos hemos visto confinados en medio de quienes nos habíamos olvidado, o no teníamos en cuenta por "falta de tiempo". Así no será tan difícil “beber el Cáliz amargo”, teniendo a Cristo junto a nosotros en una semana de recordación. Sería diferente si esto fuera en otro tiempo de la tierra, pues quizá sería más difícil volver la mirada a Dios, pues otros pensamientos nos ocuparían. No hay amor más grande y verdadero que el amor de Dios, pero todo sería diferente si la consciencia pudiera tomarse, no con el desvió del ser humano, la cual es tomada por el dolor, la desolación y la pena. Sería diferente si estuviéramos en el camino correcto, pues variemos ascender nuestra consciencia con paz, alegría y en medio de todos los cánticos celestes de los Ángeles. Sería mucho más fácil para el género humano.
Ya lo he mencionado, que lo que se busca es preservar es el espíritu, ya que todo lo demás es perecedero y tiende a desaparecer. Dios es el Padre de nuestro espíritu. Lo demás ha sido creaciones para ayudarnos en la evolución, pero humanamente hemos hecho "creaciones" que han descreado la creación, aun se mire como desarrollo humano. Mas le valdría al mismo humano no hacer más creaciones en este sentido, y ralentizar el acelerado desarrollo tecno-científico, para que sea más fácil reconocer al Padre Dios y su amor eterno.
Ahora, todos en el mismo estrado, igual que en tiempos de nosotros como Israelitas en el desierto, cuando los israelitas fueron separados unos de otros por su patriarca Moisés, de entre quienes seguían a Dios y sus leyes, y quienes no aceptaban la ley de Dios, y querían continuar adorando ídolos de creación humana, para luego, la misma ley terminara con sus vidas, rescatando sus espíritus, y continuando el camino con quienes reconociendo la Paternidad y amor de Dios, se pudiera llegar a la tierra prometida.
Siempre ha sido así a lo largo de la historia de la humanidad. Nada es diferente ahora. Nosotros mismos, en esta última etapa de la tierra, estamos en el censo de Dios en medio del universo, revisando los corazones humanos, individual, de familia, comunidad, región, país, planeta humanidad, y así saber con quienes se cuenta para continuar hacia una nueva tierra prometida. Amor de eternidad. Es lo más valioso para tener en cuenta sobre esta tierra, que reemplace todo amor conocido, ya que así, estaremos reconociendo al espíritu verdadero como Dios. Todos los otros amores estarán presentes pues alimentarán en esta vida a recordar que la eternidad existe. El buscador espiritual sobre la tierra, persiste en ello para tener la eternidad desde aquí mismo, y aunque no lo descubre fácilmente, encuentra la eternidad en el reencuentro de su propia verdad, donde nada por fuera de sí mismo está apartado de su propio ser. Ya lo externo se ha hecho interno y viceversa. Todo es igual y perfecto. No como momentáneo o circunstancial, sino haciendo parte de una realidad que evoluciona y va al reencuentro de su propio origen. Nada sobra o hace falta. Todo encaja en su sitio como imágenes en un holograma. Aquí es donde damos gracias a nuestro Padre creador porque nos hizo perfectos como espíritus. Si nos equivocamos negando la divinidad en nosotros mismos, retomamos el mismo camino de la negación o descenso, para reconocer el camino de ascenso, aunque nos encontráramos con lo mismo, pues nada está separado ya que la esencia lo contiene todo como Dios.
Así que, si nos creímos dioses sin reconocer la divinidad que nos creó como Padre, es correspondiente en este tiempo que el ego se queje y se duela, por más o por menos, pero esa medida solo la hemos generado nosotros para recordar o reaprender cual es el verdadero amor del cual nos habíamos olvidado. Al recordarlo, reconoceremos de nuevo que la humanidad en mi prójimo es mi propia humanidad; que la imperfección que vemos en el otro es la mía propia; que lo que nos disgusta o amamos a nuestra manera, es lo mismo que reconocemos en nosotros mismos; que el mal o bien que deseamos para el otro es lo mismo que nos hacemos a nosotros mismos. De ahí, que es necesario recordar la palabra sagrada del Hijo de Dios en el amor: “Amad a Dios por sobre todas las cosas y amad a tu prójimo como a ti mismo” Bendiciones

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